En los últimos años, hemos visto un fenómeno creciente que ha reavivado un debate que parecía dormido: la decisión de jóvenes jugadores españoles de baloncesto de cruzar el charco en busca de oportunidades en el sistema universitario estadounidense. Esta tendencia ha generado opiniones encontradas, tanto entre entrenadores como entre padres y madres que intentan tomar la mejor decisión para el futuro de sus hijos deportistas.
Pero, ¿de verdad hay un sistema mejor que otro? ¿Es Estados Unidos el paraíso del desarrollo deportivo o es Europa la cuna de la auténtica formación baloncestística? Y lo más importante, ¿estamos haciendo las preguntas correctas?
Rememorando para contextualizar
Mientras que en el baloncesto masculino esta tendencia ha tomado fuerza en los últimos veranos, en el femenino ya hace tiempo que jugadoras de alto nivel han decidido dar el salto al ecosistema americano. Desde la actual entrenadora del Avenida, Anna Montañana (George Washington 2001-05), hasta la presidenta de la FEB Elisa Aguilar (George Washington 1997-2000) pasaron por el basket colegial americano hasta las cientos de jugadoras que compiten tanto en la NCAA como en otras ligas estadounidenses en la actualidad.
En el masculino hay que remontarse a jugadores como Rodrigo De La Fuente (San Jacinto 94-96 y Washington State 96-98), Iker Iturbe (Clemson 1994-98) o Ricardo Peral (Wake Forest 1993-97) para ver que algunos talentos ya escogieron, sin apenas polémica, este camino, aunque el número de jugadores del masculino siempre ha sido menor que en el femenino y solo se ha puesto el foco cuando Aday Mara (UCLA), Conrad Martínez (Arizona) y otros jugadores han decidido seguir los pasos del NBA Santi Aldama (Loyola Maryland 2019-21) desvinculándose de sus clubes ACB.
Lo que nunca preguntamos: ¿y nuestro sistema?
El otro día, en una charla entre colegas, discutíamos sobre cuántos jugadores realmente vuelven mejor de lo que se fueron a Estados Unidos. Pero hay una pregunta que rara vez nos hacemos: ¿Cuántos jugadores que se quedan en España a los 18 años realmente mejoran hasta alcanzar su máximo potencial a los 23?
En lugar de compararnos constantemente con otros sistemas, deberíamos reflexionar sobre los desafíos que nuestros propios jugadores enfrentan en casa. Uno de los puntos críticos es la desconexión que existe en España entre el sistema universitario y el mundo deportivo. A menudo, nuestros jóvenes deportistas se encuentran en la encrucijada de tener que elegir entre continuar su desarrollo deportivo o su formación académica, ya que rara vez ambos caminos son compatibles. Minipunto para USA.
El precio de quedarse en 'casa'
A este factor se le suman los escasos niveles salariales que caracterizan al baloncesto en España, especialmente en categorías inferiores y en ligas de desarrollo. Si un jugador no logra ganar suficiente dinero para retirarse cómodamente a los 35 años, en algún momento tendrá que formarse académica o profesionalmente para asegurar su futuro. ¿Y si no lo ha hecho durante su carrera deportiva, cuándo encontrará el tiempo o los recursos para hacerlo? Podemos sacar a relucir nombres como Doncic, Ricky Rubio, Rudy Fernández, Navarro o los hermanos Gasol como ejemplos de jugadores que salieron directo de la base a la ACB (los Gasol dando un pequeño rodeo), pero creo que con estos nombres estamos dejando claro que se trata de jugadores de un talento excepcional, generacional incluso.
¿La clave del éxito?
Como alguien que tiene la oportunidad de vivir y entender ambos sistemas, puedo afirmar que no hay una respuesta única. La clave está en diseñar un plan personalizado para cada jugador, que tenga en cuenta no solo su desarrollo deportivo, sino también su crecimiento personal.
La realidad es que, aunque las carreras deportivas parecen alargarse con el tiempo, la vida deportiva de una mujer, por ejemplo, suele durar entre 10 y 12 años. Si en dos contextos diferentes el desarrollo deportivo es similar, ¿no deberíamos considerar otros factores como la compatibilidad académica, las experiencias vitales, el aprendizaje de idiomas y el desarrollo de habilidades sociales?
Desarrollo integral
Si como entrenadores nos limitamos a ver a nuestros jugadores solo como deportistas y no como personas que necesitan un desarrollo integral, nos estamos quedando cortos en nuestro análisis. La formación deportiva no debería ser un fin en sí mismo, sino una herramienta para formar individuos completos, capaces de enfrentar la vida con todas las habilidades que han desarrollado en su camino.
En resumen, no existe un sistema de formación perfecto. Estados Unidos y Europa ofrecen diferentes oportunidades y desafíos, pero la verdadera pregunta es: ¿Estamos diseñando el mejor plan para el desarrollo integral de nuestros jugadores, más allá de dónde decidan jugar?
Este es un debate que no solo involucra a entrenadores, sino también a los padres y madres de los jóvenes deportistas. Es hora de que nos hagamos las preguntas correctas y nos aseguremos de que, independientemente del camino que elijan, estamos ayudando a nuestros jugadores a convertirse en las mejores versiones de sí mismos, tanto dentro como fuera de la cancha.
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