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Foto del escritorQuim Gómez

¿No es país para grandes?

Año 2023. Conversación en un bar cualquiera de una población española cualquiera entre dos entrenadores de formación aleatorios:

  • ¿Qué tal tu equipo este año?

  • Muy bien, pero ¡me faltan grandes!

  • Lo mismo me pasa a mí. Mis aleros juegan de pívots, alguien tiene que ocupar ese rol.

  • ¿Dónde están los pívots en este país?


No sé si alguna vez habéis tenido esta conversación entre entrenadores o aficionados. Yo más de una y de dos veces. 

España no es un país con una altura media destacada (12 de 24 en Europa, ver gráfico y enlace adjunto) aunque la mezcla de población de diversas procedencias y la mejora de la alimentación respecto al pasado han provocado que hayamos pasado del biotipo ‘Alfredo Landa’ ibérico tradicional a ese que permite que los hermanos Gasol, Raquel Carrera, los Hernangómez o Aldama no se vean como rarezas como lo sí eran en su momento Fernando Romay o Betty Cebrián, por ejemplo.



¿Por qué carecemos de jugadores interiores?

¿No existen?


¿Es este un deporte para gente grande?

Podríamos coger como referencia a los superlativos Golden State Warriors de la última década para determinar que los grandes no son tan necesarios con las tendencias de juego actuales. Más circulación de balón, más ataque de closeouts, mayor uso del triple y defensas de más riesgo en que encajar una canasta no penaliza tanto como lo hacía hace 20 años. Incluso el último ‘grande’ que ocupa todos los videos de highlights con el inicio de la NBA pese a sus 2.23 tampoco cumple el perfil de pívot clásico: el francés Wembanyama es el jugador interior más exterior de todos los tiempos, tomando el testigo de Ralph Sampson.

Quizá eso de que esto es un deporte para altos haya cambiado para siempre. Quizá. 

O quizá no.


Las características de nuestro deporte

Bajemos a categoría mini o premini. Un partido cualquiera. Ritmo endiablado, posesiones muy cortas, juego individual, presión toda la cancha y una toma de decisiones rapidísima en muchos casos. Quien se adapte a este ecosistema tan competitivo es quien sobrevive. Coloquemos a un jugador de perfil grande en este contexto en que encima, en muchos casos, el entrenador quiere ganar a toda costa, sea por su ego o porque su entorno se lo exige.

El jugador grande es más lento, tiene una coordinación mucho menos desarrollada, y juega a una marcha menor que el de los terremotos que lo rodean. Manos blandas, pérdidas de balones, punto de equilibrio muy alto que le impide flexionarse provocando agujeros en la defensa de su equipo, broncas de compañeros, familias y staff… 

Veamos los entrenamientos: mucho trabajo de bote, mucho uno contra uno e incluso superioridades a toda la cancha en la que de nuevo se aprecian las carencias ante jugadores más rápidos, hechos y/o coordinados.

Parémonos a pensar. ¿No os frustraríais si fueráis jugadores de estas características? Yo, desde luego sí. No lo he sido pero he sido, involuntariamente, testigo y parte en este giganticidio que hemos realizado y realizamos entrenadores de canasta pequeña. Los mismos grandes que luego echamos en falta en conversaciones de bar o en reuniones técnicas.


Al otro lado de la cortina

La cortina a la que hago referencia no es figurada, sino real. En mis tiempos como entrenador de minibasket en un club polideportivo, cuando corría la cortina para ir al WC o para curiosear en los equipos de voley de la pista anexa siempre encontraba algunas jugadoras que eran más altas que las que yo tenía en mi cancha y siempre me enfadaba: “¿Por qué ellas tienen jugadoras más altas que yo? Si yo tuviera dos de esas haría destrozos”

Busquemos motivos y empecemos por la madre de todo ¿Qué hacían de lunes a viernes?. En los entrenamientos -al menos los que yo pude presenciar muy parcialmente-: más enfocados en la técnica, y menos en la competición, en la coordinación corporal, todo mucho más pausado e incluso diría que algo más ‘friendly’ para deportistas de gran tamaño pero, en muchas ocasiones, más infantiles psicológicamente que compañeras de su misma edad. Me aburría como una ostra viéndolas competir o jugar partidillos de entrenamiento pues su pericia no era nada elevada pero a las jugadoras se las veía tranquilas, calmadas. 

Volviendo al otro lado de la cortina, como ya he comentado, cada partido de minis era una explosión de emociones de todo tipo. “Esto sí que es deporte”, pensaba. ¿Pero lo es para grandes?


Afrontar un reto de grandes dimensiones

Sé que llevo varios juegos de palabras relacionados con el tamaño pero respecto a este apartado, para nada, está buscado a propósito.

Cuando somos capaces de captar un jugador grande creo que debemos ser capaces de poder ofrecer diversos aspectos para poder garantizar que se engancha al basket, y esto normalmente se consigue a través de generar más confianza, más autoestima, y, por tanto, mayor inclusión en edades tempranas.

Algunos aspectos que he contrastado (a base de buenas y malas experiencias) y que veo imprescindibles para afrontar el reto de un jugador grande son:

  • Trabajo de aspectos coordinativos con y sin balón como pueden ser el footwork, los saltos, las zancadas o el cambio de peso corporal. Hay mucho de preparación física en este apartado pero la mayoría no disponemos de alguien especializado. Es por eso que considero imprescindible curiosear, investigar y probar qué funciona y qué no. Además, todo este tipo de trabajo también es necesario para el resto de jugadores del equipo con lo que puede ser un trabajo fuera de cancha sensacional. Ricard Casas y Xavi Garcia le llaman los básicos. Algunos estudiosos le llaman patrones motores. Lo podemos integrar en nuestros entrenamientos técnicos, en los calentamientos o en trabajo fuera de pista. Pocas excusas en este caso.

  • Aspectos específicos para darles autonomía deportiva. 

  • “Todos deben hacer de todo en minibasket”. “No a las especializaciones tempranas”. Creo que afirmaciones como estas no hacen más que acentuar el problema que origina este artículo de reflexión. Conseguir ese equilibrio entre ‘hacer de todo’ y poder tener espacios algo más específicos me parece imprescindible y que dice mucho del interés del entrenador por la evolución de este tipo de jugador.

  • “Manos de mantequilla”. ¿Cuántas veces habremos utilizado esta manida expresión para hacer referencia a uno de nuestros jugadores a los que se les escapaban los balones? Detrás de esta ‘mantequillofobia’ hay algo de trabajo por nuestra parte para ayudar al jugador a parte de quejarnos o gesticular? Creo que es de gran utilidad poder sentarse con la familia y con el jugador y pactar unos ‘deberes’ para que el deportista pueda fortalecer sus dedos, movilizar sus muñecas y aprender a manipular el balón de varias maneras. Todo esto no tiene porque hacerse en horas de entrenamiento y puede ayudar para implicar a la familia en el proceso y hacerla consciente de las limitaciones, techo y paciencia que se requiere (aunque sea en un pequeño ámbito) para ayudar a desarrollar deportivamente a un baloncestista de estas características.

  • Los jugadores grandes necesitan sentirse útiles al equipo y tener autoestima, y esto solo se consigue dándoles herramientas para que puedan desenvolverse en las competiciones y puedan sentirse útiles para su equipo. Saltar para coger un rebote y encestar, darles algunos recursos ofensivos que encajen con sus características (para y cruzar, ganchos, fintas…) o adaptar mínimamente nuestra parte táctica para permitir que estos jugadores puedan recibir más cerca del aro, o con los pies parados, o enseñar a nuestros jugadores a pasar dentro (que poco trabajamos esto y como lo echamos en falta cuando se van haciendo mayores).

  • Aspectos de entorno: Como apuntaba antes, creo que es necesario apoyarse en las familias de este tipología de jugadores (aún más que en los del resto si cabe) pues hacerlos conscientes de que este plato requiere más tiempo de cocción es básico para que, desde casa, mantengan el equilibrio entre el proceso y los picos competitivos que tiene cada temporada. Esta lucha se puede librar mejor haciendo partícipes a los padres de las características y necesidades de su hijo o hija.

  • Dar referentes parece una absurdez pero si un niño o niña se pone a mirar highlights con el móvil inevitablemente se topará con Curry, Westbrook, Doncic, Ionescu o Taurasi poblando las redes sociales. Si crecen con referentes equivocados será muy fácil para ellos frustrarse al ver que no pueden hacer cosas que ellos hacen en la cancha con una facilidad pasmosa. Poder ver videos con ellos (o con sus familiares, como parte de esos deberes para hacer en casa) de los Gasol, Duncan, Gasol, Kareem, Olajuwon, Sylvia Fowles o Lisa Leslie les permitirá familiarizarse con movimientos y patrones de táctica individual que les pueden servir de mucho para entender el juego en mayor profundidad. Tenemos a algunas rara avis en el basket NBA actual como Ayton, Embiid, o sobre todo Jokic, ¡saquémosle el jugo!

Seguro que leyendo esto se os ocurren muchas otras consideraciones para analizar estos casos y, ojala, os vengan más y mejores ideas para poder enganchar y desarrollar a jugadores y jugadoras de mayor tamaño y que no ‘migren’ a otros deportes o dejen la práctica deportiva porque somos demasiado cortoplacistas. Los mejores circos del mundo (menos el Circ du Soleil) tienen grandes elefantes acompañando a los equilibristas, forzudos, bailarinas u hombres bala.


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