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Entrena feo

Foto del escritor: Quim GómezQuim Gómez

Los Rolling Stones tienen una canción de 1986 llamada Winning Ugly. Tras escucharla la semana pasada volví a realizar eso que siempre hago por deformación profesional: conectarla con baloncesto, pero no lo conecté con el hecho de ganar o perder sino con el hecho de entrenar.



Si algo sigo aprendiendo como entrenador, es que la mayoría de nosotros caemos en la trampa de "entrenar bonito". Esos ejercicios donde todo parece perfectamente alineado, como un baile coreografiado: rotaciones claras, acciones predefinidas, cero errores. Desde fuera, los que observan disfrutan del espectáculo. Intensidad, control, precisión. Los jugadores cumplen con lo previsto, los ejercicios fluyen sin tropiezos y, como entrenadores, pensamos que todo va sobre ruedas. Pero aquí viene la pregunta incómoda: ¿eso realmente refleja el juego real?

El baloncesto no es bonito. Al menos no siempre. Es un deporte donde en muchas ocasiones el caos manda. El rival te empuja a hacer lo que no quieres en ambos lados de la cancha. Los árbitros se equivocan. La presión del público distorsiona la comunicación. A veces no tienes tiempos muertos. Poco, muy poco, tiene que ver ese ambiente hostil con el orden y la perfección que, a menudo, buscamos en nuestros ejercicios.

Es por esto que llevo un tiempo convencido de que, en la formación de jugadores, debemos sumergirlos en situaciones caóticas a conciencia. Exponerlos a la hostilidad, a la oposición real, a problemas de spacing y a rotaciones imprevistas. Debemos empujarlos a resolver lo inesperado, o al menos, a convivir con el error. Porque, ¿qué es el baloncesto si no aprender a sobrevivir en ese caos?

Cuando nosotros, como entrenadores, damos a los jugadores soluciones pre-resueltas, claro, les facilitamos la tarea. Pero, ¿les estamos ayudando a ser autónomos en el juego real? Creo que no. Les estamos robando la oportunidad de enfrentarse a lo desconocido y ganar confianza y sentido de autoeficacia, elementos imprescindibles para construir un jugador competente en su proceso formativo.

Por supuesto, no podemos pasarnos. Lanzar a los jugadores a situaciones para las que no tienen herramientas puede generar frustración excesiva y terminar siendo contraproducente. Pero si sabemos regularlo, el caos puede convertirse en un aliado. Detrás de cada ejercicio caótico, puede haber una planificación cuidadosa, una metodología que busca potenciar el desarrollo desde el desorden y los maestros son aquellos que son capaces de introducir esas píldoras de variabilidad e imprevisibilidad en sus sesiones de entrenamiento.

Así que, de vez en cuando, atrévete a entrenar feo. Coaching ugly no significa desorganización, sino exponer a los jugadores a lo que realmente sucede en la cancha. Ahí es donde de verdad se aprende a ganar.

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