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Tecnificar no es desarrollar

Suena fuerte, lo sé. Yo también lo pensaría si me leyera hace cinco años. Pero cuanto más entreno, más observo y más escucho a los que respeto, más me convenzo: la tecnificación, tal y como la entendemos, pocas veces desarrolla verdaderamente al jugador.

No te mosquees aún, al menos lee la introducción:

Durante muchos años he tecnificado. Consciente e inconscientemente. Lo he hecho con ilusión, con método y con compromiso. Si me preguntaras hace un lustro, te diría que mi yo futuro sería incapaz de soltar una afirmación como la que da título a este artículo.

Pero la evolución personal y profesional trae consigo certezas nuevas. Y también rupturas. Desde que trabajo en Estados Unidos, una de mis funciones principales es la dirección del player development del programa para el que trabajo. Y desde ese rol, y gracias a conversaciones con entrenadores como Ricard Casas, Paco Alarcón, Javi Vilaplana u Óscar de Paula, he empezado a revisar mi propio enfoque. A mirar con ojos nuevos mis vídeos, mis ejercicios, mis sesiones. Y a llegar a una conclusión: la tecnificación, muchas veces, no sirve para desarrollar al jugador. En numerosas ocasiones, al contrario.

O, mejor dicho, no sirve si no va acompañada de unos cimientos sólidos.


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La metáfora que me lo aclaró todo:

Imagina un castillo medieval, imponente, construido en piedra. Ahora imagina que los cimientos de ese castillo están hechos de madera endeble. Puede que aguante algún tiempo. Pero el propio peso del edificio, la lluvia o el viento acabarán por hacerlo ceder.

Eso mismo ocurre cuando enseñamos fundamentos técnicos sin haber trabajado antes (o al menos en paralelo) los fundamentos reales del jugador. ¿Y cuáles son esos fundamentos? Para mí, son los patrones motores básicos. La materia prima del movimiento.


¿Qué estoy haciendo diferente?

Ahora pruebo cosas distintas. Más simples. Más generales. Pido a mis jugadoras en las tareas de desarrollo individual que:

  • esprinten y frenen a mi señal,

  • corran de espaldas,

  • cambien de altura o de peso,

  • se desplacen lateralmente,

  • jueguen con la presión del suelo,

  • se muevan con diferentes apoyos (punteras, talones),

  • giren sobre sí mismas,

  • reconozcan su equilibrio,

No soy licenciado en Educación Física, pero la observación, el error, el instinto y la curiosidad me han llevado a esta idea: si no mejoramos estos patrones motores, los gestos técnicos no tienen dónde anclarse. No hay transferencia al juego real.


Ortografía vs redacción:

Lo comparo a enseñar a un jugador a copiar palabras con buena caligrafía, pero sin enseñarle a escribir. Podrá repetir los gestos técnicos que le pidas, pero no sabrá cuándo usarlos, cómo conectarlos, ni qué sentido darles en un contexto real de juego. No podrá construir su redacción.


¿Tecnificamos para el jugador o para nosotros?

Y ojo: muchas veces, con la mejor de las intenciones, damos recursos técnicos creyendo que ayudamos. Pero si esos recursos no mejoran la eficiencia ni la eficacia del jugador, tampoco refuerzan su autoconfianza. ¿Por qué? Porque los patrones sobre los que se sustentan no son sólidos.

¿De qué sirve hacer un jab + crossover si no soy consciente del peso de mi cuerpo, de cómo apoyar los pies para impulsarme, o de cuánta envergadura ocupo cuando boto? ¿Qué sentido tiene repetir y repetir sin saber cómo se traslada eso al juego real?

Luego ¿qué pedimos constantemente a nuestros jugadores? Toma de decisiones correcta, eficacia, control de lo que sucede en la cancha, alta intensidad... ¿Cómo hacerlo si no soy consciente de mi propio cuerpo?

No diré que todos los que tecnifican lanzan ejercicios al azar. Pero sí que me pregunto:

  • ¿Son realmente los ejercicios que el deportista necesita acorde a su edad?

  • ¿A su categoría?

  • ¿A las necesidades de su equipo?

  • ¿A las exigencias de su competición?

  • ¿A su posición de juego actual… y futura?

Entrenamos para él… ¿o entrenamos para nosotros?


El impacto en la pista:

Desde que incorporé este enfoque, mi aportación como entrenador ha cambiado. Mis jugadoras lo notan. Yo lo noto. Y el equipo también lo nota.

Ricard Casas y Xavi García le llaman a esto “los básicos”. Y yo empiezo a pensar que si no empezamos por ahí, estamos construyendo castillos en el aire.

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