Como entrenadores, todos caemos (o hemos caído) en una trampa absurda hecha desde la mejor intención: nos obsesionamos en arreglar lo que nuestros jugadores (o equipos) no hacen bien y, en el camino, les arrancamos aquello que les hace brillar. Por ejemplo, tienes un tirador que mete de fuera pero como pierde balones pones el foco en lo segundo consiguiendo que su precisión empiece a diluirse. ¿Por qué? Porque estás más preocupado por mejorar su bote, pase o toma de decisiones ¿El resultado? Un jugador que pierde su seña de identidad y se convierte en uno más, en lugar de destacar.
Nosotros somos quienes les damos dirección, quienes ponemos el foco. Y, al convertirnos en “correccionistas” de oficio, les estamos enseñando a jugar desde la carencia, desde el fallo (o desde el querer evitarlo). Les estamos quitando esa sensación de dominio que les da seguridad. Al enfocarnos tanto en sus debilidades, terminamos quitándoles el respaldo que les hace fuertes. Es casi un sabotaje inconsciente, una mediocratización del talento. Porque en vez de permitirles explotar lo que les hace especiales, nos empeñamos en corregir, corregir y corregir, dejando que pierdan confianza en quienes son como jugadores. ¿Eso queremos realmente? ¿Jugadores que pasan desapercibidos en la cancha?
Los jugadores necesitan algo en lo que sientan que destacan, una base sólida donde sepan que son buenos, algo que los haga grandes y no simplemente “jugadores completos o versátiles”. ¿Realmente todos los jugadores tienen capacidades técnicas, físicas y tácticas para ser versátiles? (Esto daría para otro artículo) . No lo creo.
Esa autoeficacia es su gasolina. Y al quitársela, somos nosotros quienes saboteamos su rendimiento, su confianza y de paso ralentizamos el proceso de crecimiento por el camino. No se trata de ignorar sus debilidades, sino de no aplastar sus fortalezas en el proceso de mejora de las primeras. Porque mejorar en lo que no son tan buenos debería construirse sobre la seguridad de lo que sí dominan. Lo que necesitan es sentir que su entrenador y/o equipo reconoce y refuerza esas virtudes, que las valora. Solo así se lanzarán a trabajar sus puntos débiles con ganas, porque sabrán que tienen una base firme donde apoyarse, algo que no va a desaparecer.
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