La contrahistoria 1: El cerrojo yugoslavo (1989-1999)
- Quim Gómez

- 12 ago
- 4 Min. de lectura
Actualizado: 13 sept
En esta serie mensual de artículos titulados La Contrahistoria analizamos con perspectiva histórica procesos o episodios del pasado que pueden tener su eco e importancia en el baloncesto actual.
Entre 1989 y 1999 el baloncesto europeo vivió una década marcada por un estilo muy concreto: defensas férreas, posesiones largas, especialistas en el tiro y un festival de bloqueos. Un modelo que entrenadores de todo el mundo reverenció y estudió, y que tuvo como grandes referentes a Boža Maljković y Željko Obradović.
El dominio de esta escuela fue tal que 9 de las 11 finales de Euroliga en ese periodo fueron ganadas por técnicos de origen yugoslavo (Serbia, Croacia, Eslovenia, Montenegro, Bosnia...) y 10 de las 11 tuvieron al menos a un entrenador balcánico en el banquillo (1991, 1993 con ambos banquillos ocupados por entrenadores con apellidos acabados en -IC).
Si nos vamos a los campeonatos de selecciones solo en 1994 no hay presencia de un entrenador yugoslavo en los finalistas de un gran torneo (olímpico, mundial o europeo). Bestial estadística de representación.

Los datos son claros: el promedio anotador del campeón en esa década fue de apenas 69 puntos, muy por debajo de los 83,3 puntos del ciclo anterior (1979–1989). Y lo más llamativo es que esta caída se produjo con las mismas reglas de posesión (30 segundos) y sin la “excusa” de grandes cambios normativos. Es más: en la década previa se anotaba hasta 14 puntos más por partido, y eso sin línea de triple hasta 1984–85, lo que debería sesgar la tendencia… pero no fue así.
El ejemplo más extremo de este basket-control fue la final de 1993: Limoges 59–55 Benetton, un monumento al juego estático y la defensa, y un marcador que hoy nos parecería más propio de un tercer cuarto que de un título continental. Y aunque la final de 1998 (Kinder Bologna 58–44 AEK) no arrastra tanta mala fama como la del 93, su anotación fue incluso más baja, confirmando el peso de aquel modelo.

Famoso es ese beef entre Petar Skansi (croata), subcampeón de la Euroliga del 1993 al frente de la Benetton de Treviso y Maljkovic (serbio):
"Esta tarde ha muerto el basket. Ha sido el triunfo del antibaloncesto". Petar Skansi (Bennetton)
"Que mi amigo Skansi me deje a Kukoc y coja al jugador mío que quiera y ya veremos quién practica antibaloncesto. Lo único que hago es amoldarme al grupo humano que tengo". Bozidar Maljkovic (Limoges)
Aquel estilo nos dejó grandes lecciones tácticas y todavía miramos a esos equipos con reverencia, pero también conviene analizar con ojos de hoy si fue realmente el paradigma del “buen baloncesto” (si es que debe existir este término). Lo cierto es que Europa estuvo casi una década “secuestrada” por un modelo que limitaba el ritmo y reducía las posibilidades de contraataque y transiciones rápidas (aunque no reducía el número de fans paradójicamente... ¿ganar pasa por encima de "la propuesta"?). Romper ese nudo entre juego estático y velocidad fue clave para que el baloncesto europeo pudiera acercarse y competir contra el americano.
En España, por suerte (o no), y quizá por disponer de menor poder económico que los grandes de Grecia e Italia del momento, el influjo de este estilo basket fue menor, también por el propio ADN de nuestro baloncesto generado por el 'eterno' seleccionador Díaz Miguel, Lolo Sáinz al frente de la refrescante Penya de inicios de los 90, y obviamente de Aíto García Reneses, gran dominador del panorama nacional.

La ruptura llegó a finales de los 90, primero con Jonas Kazlauskas y el Žalgiris (82–74 en la final de 1999), y después con una década (1999–2009) en la que la anotación media de los campeones subió +16 puntos respecto al ciclo yugoslavo, aunque hay que indicar que el tiempo de posesión pasó a 24 segundos en la temporada 2000-01.
Hoy, sin embargo, los datos del más reciente lustro 2019–2025 (79,8 puntos de media en las finales) nos obligan a reflexionar: ¿estamos ante un nuevo proceso parecido de decrecimiento de los ataques en partidos clave? Cabe matizar que este análisis se centra solo en las finales, no en las ligas completas, por lo que el dato es parcial, pero suficiente para trazar una visión general.
Quizá sea el momento de preguntarnos si, cuando invertimos tiempo en el juego a media pista y en sistemas complejos, no sería mejor potenciar las idas y venidas, arriesgar más en defensa y entrenar a nuestros jugadores para un baloncesto más abierto y menos estático. Porque si algo nos enseñó la historia es que el equilibrio entre control y ritmo es la verdadera llave para evolucionar.


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