top of page

Los dos caminos ante el muro

Entre los entrenadores existe una creencia casi universal: con la metodología adecuada, tiempo y esfuerzo, podemos transformar a un jugador. Convertir a un escolta en base. Adaptar a un pívot a ser un “4 abierto” cuando su físico ya no le permite dominar por dentro.

Esa preocupación por el jugador nos empuja a mejorar nosotros mismos, a desarrollar habilidades… y, por extensión, a que también mejore el baloncesto.

Pero hoy no voy a entrar en los procesos creativos que cada entrenador utiliza para “remoldear” a un jugador (tema que daría para otro artículo).Hoy quiero detenerme en ese momento exacto en el que nos encontramos con un muro. Al principio no lo vemos así, pero con el paso de las sesiones aparece la tentación de tirar la toalla.

¿Es eso una derrota? Sí, para nuestro ego. Pero tal vez no lo sea ni para el jugador ni para el propio baloncesto.

¿Qué quiero decir con encontrar un muro? Ese momento en que las condiciones de un jugador han llegado a un aparente límite y no parece que haya evolución posible.

ree

Dos ejemplos, dos caminos

No me gusta hablar de jugadores en particular, pero hay dos casos que ilustran perfectamente este concepto: Fernando Martín y Felipe Reyes.Dos trayectorias con paralelismos: destacar en Estudiantes, fichar por el Real Madrid, ser referentes generacionales en la ACB y la Selección Española, y lograr un éxito notable a nivel internacional.


Felipe Reyes: evolucionar hacia fuera

A Felipe, apenas 2,04 m, lo vi por primera vez en el Torneo Junior de Hospitalet de 1998. Un voraz reboteador, de brazos interminables, que destacaba por su trabajo sucio más que por su técnica. Con el tiempo, pasó de ser un 5 pequeño a un 4 sin mucho rango de tiro, pero manteniendo su capacidad defensiva y reboteadora de élite. Su verdadero salto llegó tras fichar por el eterno rival madrileño: incorporó un tiro fiable de media distancia desde el “dunker spot” que lo convirtió en una amenaza real. Incluso llegó a anotar triples con una frecuencia inédita en su primera década como profesional.

Felipe diversificó su repertorio ofensivo, evolucionó año a año y se mantuvo competitivo durante 23 temporadas, convirtiéndose en el jugador más valorado en la historia de la ACB.

¿Es bueno el caso de Felipe ya que pudo adaptarse a un juego cada vez más versátil? Por supuesto. Pero para llegar ahí hubo trabajo, paciencia y una serie de talentos de serie que su entorno técnico supo desarrollar.

Fernando Martín: perfeccionar hacia dentro

Fernando, con 2,05 m y un físico imponente, fue uno de los mejores 4 de Europa en una época en la que “ser 4” era, en realidad, ser un 5 más pequeño. Dominaba cerca de la pintura y no fue hasta su llegada a la NBA, con los Portland Trail Blazers, cuando se topó con un muro: querían transformarlo en alero. No tenía ni el manejo, ni la velocidad, ni el rango de tiro necesarios. Tras una temporada regresó a España y, aunque lanzó más triples, su impacto estuvo siempre en el juego interior.¿El secreto? Un dominio casi obsesivo del juego de pies, fintas, ganchos, posicionamiento en el rebote ofensivo y un tirito en suspensión muy efectivo desde los límites de la pintura, unido a su capacidad para jugar con el contacto. Terminó su carrera promediando cerca del 60% en tiros de 2 puntos: pura fiabilidad.

¿Fue un fracaso que Fernando Martín siempre fuera una referencia interior?Te machacaba 6 de cada 10 veces que le llegaba el balón a la pintura. Si eso te parece un fracaso… bendito fracaso.

Dos vías, un mismo denominador común

Felipe eligió el camino de desarrollar nuevas herramientas para abrir su juego. Fernando, el de perfeccionar hasta el extremo lo que ya dominaba, añadiendo solo las habilidades complementarias necesarias para sostener su rendimiento. Ambos fueron competitivos al más alto nivel.

Hoy vemos muchos jóvenes a quienes se les pide cambiar de posición o añadir habilidades para llegar a la élite. No hay una respuesta única. El caso de Felipe demuestra que se puede evolucionar hacia fuera. El de Fernando, que se puede profundizar hacia dentro.


La verdadera responsabilidad del entrenador

Más allá del ejemplo de estos dos gigantes, este es el punto clave: lo que nos define como buenos o malos entrenadores es nuestra capacidad para afilar el instinto y saber en qué vía acompañar a nuestros jugadores. Si acertamos en ese camino, no solo conseguimos que se conviertan en mejores jugadores, sino que disfruten del deporte y lo hagan avanzar. Esa es, en mi opinión, uno de los mayores cometidos de nuestra profesión.

Comentarios


SOUL BASKETBALL

©2025 by SOULBASKETBALL

  • Instagram
  • Facebook
  • Twitter
bottom of page