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La Contrahistoria 2: España no fue una potencia

En esta serie mensual de artículos titulados La Contrahistoria analizamos con perspectiva histórica procesos o episodios del pasado que pueden tener su eco e importancia en el baloncesto actual.

Hoy la depresión nos invade. Tras tres años fuera de los podios en todas las competiciones internacionales, la selección española atraviesa un momento que, si bien no es trágico, sí nos ha quitado esa sensación de invulnerabilidad que mantuvimos durante casi dos décadas gloriosas. La ausencia de líderes carismáticos como los Gasol, Navarro o Rudy, la residual presencia de jugadores nacionales en la ACB, las fugas de talentos jóvenes a la NCAA...

El desencanto actual nos obliga a mirar hacia atrás, no para consolar, sino para entender. Porque no siempre fuimos potencia. Ni mucho menos.

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La historia de la selección española de baloncesto comienza, curiosamente, en lo más alto. En 1935, en el primer EuroBasket de la historia, disputado en Ginebra, España se colgaba una sorprendente medalla de plata. Era la antesala de la Guerra Civil, y esa selección —hoy casi olvidada por completo— promediaba apenas 21 puntos por partido. Con Rafael Martín y Alonso como líderes ofensivos, España solo cayó ante Letonia en la gran final por 18-24.

Sin embargo, aquella alegría sería un espejismo. La Guerra Civil, seguida de la Segunda Guerra Mundial y la durísima posguerra, dejarían al país en un aislamiento absoluto. España no volvería a disputar un torneo europeo hasta 1959. Una ausencia de 24 años que marcó una brecha estructural con respecto a países del Este, que fueron dominadores absolutos como la URSS, Hungría, Lituania, Checoslovaquia o el sorprendente triunfo de Egipto en 1949.

En la vuelta a la escena internacional, el EuroBasket de 1959, disputado en Turquía y con una participación muy reducida comparada con los torneos actuales, España fue 15ª. Un resultado pobre que, sin embargo, hoy hasta podría sabernos a gloria tras no habernos clasificado ni para los octavos de final en 2025.

En 1961 se mejora hasta la 13ª plaza, en 1963 se alcanza la 7ª, y en 1965 se cae a la 11ª. En 1967 se logra la 10ª, y en 1969, por fin, una 5ª posición que abría un poco de esperanza.

Lo cierto es que el equipo oscilaba entre buenas sensaciones y retrocesos que hacían dudar de si había una dirección clara. Todo cambió en 1965, aunque pocos lo sabían entonces, con la llegada de un hombre que cambiaría para siempre el rumbo del baloncesto español: Antonio Díaz-Miguel.

Díaz Miguel antes de lucir sus legendarias gafas
Díaz Miguel antes de lucir sus legendarias gafas

Pocas afirmaciones se pueden hacer sin matices en la historia de un deporte, pero esta es una de ellas: Antonio Díaz-Miguel es la figura más importante del baloncesto español. Y lo es por una razón fundamental: transformó un país sin estructura, sin talento físico dominante, sin unos recursos económicos desbordantes y sin cultura táctica propia en un equipo competitivo a nivel europeo.

Su visión era clara: mientras el bloque del Este dominaba con disciplina, altura y superioridad atlética, Díaz-Miguel decidió que España debía jugar a otra cosa. Ritmo, valentía, defensa arriesgada y contraataque. Un baloncesto más rápido, menos controlado, más intuitivo. En esencia, más español.

Además, introdujo una revolución silenciosa: la conexión con el baloncesto universitario estadounidense. Viajaba, aprendía, traía métodos y filosofía. Lo que hoy entendemos como el “ADN del basket español”.

Ocho años después de asumir el cargo, en el EuroBasket de 1973, Díaz-Miguel llevó a España a la medalla de plata tras 38 años de espera. No fue un torneo cualquiera: se jugaba en Barcelona y, por el camino, se batió nada menos que a la todopoderosa Unión Soviética. Fue la primera vez que España mostró que podía ganar a gigantes. Fue, en muchos sentidos, el inicio real de nuestra historia como país competitivo.

Ese equipo, liderado por jugadores como Nino Buscató, Carmelo Cabrera, Santillana, Estrada, y los nacionalizados Clifford Luyk y Wayne Brabender, mezcló juventud, veteranía, garra e inteligencia. Buscató, en particular, firmó un torneo legendario que lo elevó como uno de los exteriores más brillantes del basket europeo de su generación en el momento de su retirada.

Buscató bombardeando la canasta de la URSS en 1973 es pura poesía

Aunque muchos ven el verdadero punto de inflexión en Los Ángeles 1984, donde se ganó la plata olímpica, lo cierto es que 1973 fue la semilla. Ahí empezó todo. Ahí nació la idea de que España podía competir... y ganar.

Hoy, tras la marcha de Sergio Scariolo no solo del banquillo, sino también de la dirección técnica de la Federación, la pregunta no es solo “¿quién va a ser el próximo seleccionador?”, sino ¿quién será capaz de liderar la reconstrucción?

El pasado nos deja una lección clara: no se trata solo de resultados, sino de proyecto. De encontrar a alguien con la capacidad de implantar un sistema de juego coherente con nuestra cultura, de trabajar desde la base, y de crear identidad. Como hizo Díaz-Miguel. Como hizo Scariolo.

Porque si algo nos dice esta Contrahistoria, es que España no nació campeona. Lo fue porque alguien, en el momento justo, tomó decisiones valientes, construyó desde la nada y creyó en un estilo propio.

Quizá, al mirar atrás, no encontremos consuelo...Pero sí perspectiva.Y eso, hoy más que nunca, vale oro.

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